Medio Oriente y la cuarta ola

24/Mar/2011

Medio Oriente y la cuarta ola

RECLAMOS DE LIBERTAD Y DEMOCRACIA FRENTE A LÍDERES AUTOCRÁTICOS 23-3-2011
El fuego se inició en Túnez y determinó un cambio de gobierno. Siguió en Egipto y cayó Mubarak. El mundo árabe vive un tiempo de cambios, de protestas sin precedentes y reclamos de libertad frente a líderes autocráticos. El efecto dominó amenaza con extenderse. Los expertos en geopolítica lo denominan “la cuarta ola”.
Desde Marruecos, al oeste, hasta Yemen, al este, el repentino alzamiento de los árabes contra sus gobiernos autocráticos parece una secuela de lo sucedido en el mundo a fines del siglo pasado, en un período que los académicos describen como “la tercera ola democrática”.
“Ahora se está produciendo una cuarta ola”, comentó sonriente Oraib al-Rantawi, activista político jordano. “Somos afortunados de poder presenciarla”.
Esa ola era visible una tarde despejada en la calle Talal, en esta ciudad de colinas y minaretes, durante una marcha de más de dos mil personas junto a un mar de banderas y carteles de protesta que sumaban sus voces a las de ciudadanos de una docena de países árabes que están exigiendo más libertades y una mayor participación en sus sociedades. “La gente de la región se levantó y nuestros líderes están dormidos”, dijo el coordinador de la protesta, Sufian Tal.
En Amán, El Cairo, Saná y Benghazi la gente reclama cambios. ¿Realmente el mundo árabe está en las puertas de la democracia? ¿Por qué les tomó tanto tiempo? ¿Y cómo se explica que la noción de democracia se haya expandido tan rápidamente en los tiempos recientes?
LA NUEVA OLA
Los expertos dicen que la primera ola democrática es la de los siglos XVIII y XIX y la segunda se produjo luego de la Segunda Guerra Mundial.
La tercera comenzó a mediados de la década del ‘70, cuando fueron derrocadas las dictaduras de Portugal y España. Las antiguas colonias latinoamericanas de esos dos países siguieron sus ejemplos y acabaron con numerosos gobiernos militares en los ‘80, en que se popularizaron los cacerolazos para expresar el malestar de la población.
La ola se desplazó hacia el este, a Asia, y llegó a las Filipinas, Corea del Sur y Taiwán. Luego, en 1989, se produjo la caída del Muro de Berlín y el fin del bloque soviético. La marea democrática recaló entonces en el África negra, donde hacia 1995 había 18 democracias, comparadas con las tres de 1989.
A finales de la dictadura de Francisco Franco, en España había unas 40 democracias en el mundo y para 2005 se contaban 123. Déspotas que parecían eternos -los Duvalier, los Marcos, los Stroessner y los Ceausescus- pasaron a ser historia en un abrir y cerrar de ojos.
No fueron procesos inmaculados y en muchos sitios persisten los problemas, pero es innegable que la democracia ganó mucho terreno. ¿Cómo se explica eso?
Generalmente, se mencionan una serie de factores: fallidas políticas económicas y manejos torpes de militares y caudillos, aumento en la cantidad de gente educada, una clase media cada vez más fuerte, mejores comuni- caciones que expanden los horizontes de la gente, una Iglesia Católica más liberal en Latinoamérica y el apoyo de Estados Unidos y la Unión Europea a movimientos democráticos mediante ayuda y programas de capacitación política.
Cuando se aplacó la tercera ola democrática, las únicas sociedades que no habían sido afectadas eran las de los países árabes, según al-Rantawi, director del Centro Al Quds de Estudios Políticos de Amán. “Había democracia en todos lados, menos aquí”, dijo al-Rantawi. Nuevamente, se citan varias razones: pobreza y analfabetismo, un período postcolonial, que incluyó guerras con Israel y que fortaleció a milicias locales; el petróleo, que enriqueció a jeques y otras figuras autoritarias; la preferencia de Estados Unidos y otras potencias importadoras de petróleo de autócratas amigos, confiables, que garantizaban estabilidad.
Todo esto cambió con la caída de dos presidentes que parecían inamovibles, Ben Ali en Túnez y Mubarak en Egipto, y el estallido de protestas similares en la región, alimentadas por internet y las comunicaciones instantáneas. Nada garantiza, no obstante, que en el resto de la región se puedan repetir los desenlaces de Egipto y Túnez.
“Nadie puede decir si va a triunfar la democracia”, manifestó Vidar Helgesen, director del Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, un consorcio de 27 naciones con sede en Suecia que asiste en las transiciones políticas.
“Las protestas masivas pueden derrocar dictadores, pero no son garantía de democracia”, sostuvo Helgesen. Ello requiere nuevas constituciones, elecciones libres, leyes que garanticen los derechos políticos, libertad de expresión y sistemas judiciales independientes. La perspectiva de una hegemonía de los islamistas es otro de los factores que conspiraron contra la democracia en el mundo árabe.
Sin embargo, hay quienes dicen que el Islam no es una amenaza para la democracia y citan como ejemplo a Turquía, gobernada hoy por un partido islamista que no acabó con el Estado secular, multipartidario.
“La mayoría de los musulmanes del Medio Oriente consideran que el Islam y la democracia no son incompatibles”, expresó Radwan Masmoudi, fundador del Centro de Estudios del Islam y la Democracia, que funciona en Estados Unidos.
El portavoz de los Hermanos Musulmanes Mohammed Saad el-Katatney dice que esa agrupación se propone crear un Partido Libertad y Justicia para participar en las elecciones con el objetivo de obtener una cantidad limitada de bancas en el Parlamento.
“Nuestro objetivo es establecer un Estado civil, no uno religioso”, sentenció Mohammed Saad el-Katatney.
EXPANSIÓN DEMOCRÁTICA
En el 26° piso de un edificio de oficinas de Wall Street, Arch Puddington y sus compañeros en la fundación Freedom House observan desde hace 40 años los progresos de la democracia y otras libertades en el mundo y clasifican a las naciones según tres categoría: libres, parcialmente libres y sin libertad.
Las cifras son sorprendentes: en 1972, casi la mitad de los países estaban en la categoría de “sin libertad”, pero el año pasado menos de una cuarta parte de las naciones tenían esa categoría.
“Lo que más me sorprende es lo rápido que se expandió esto, luego de siglos en los que no había democracia o estuvo restringida”, dijo Puddington.